La música arequipeña con sus valses, pampeñas, y demás
deleites al oído, son sin duda un motivo de orgullo. No podríamos evitar sentir la emoción recorriendo nuestro corazón al escuchar muchas melodías y composiciones
con las que hemos crecido.
Algunas de ellas nos han enseñado a sentir un sincero amor
por nuestra raza, otras nos hablan de la historia de guerreros que han
defendido con su vida sus ideales. Existen también las que nos hablan de
amores no correspondidos, u otros socialmente mal vistos y hasta imposibles.
Pero existe una canción que no hace más que llenarnos de
dicha. Inmediatamente nos domina la identidad de la República Independiente y quizás
hasta nos humedece los ojos con una lágrima de alegría o de nostalgia. “El
regreso” es un himno de Arequipa, que describe oculto en sus cortas líneas
el verdadero sentimiento characato.
Compuesta por Mario Cavagnaro, gran compositor arequipeño.
Quien curiosamente escribiría su primer vals “Historia de mi vida” bajo gran
presión de sus amigos, quienes aseguraban que él no podría componer para este género,
haciendo de esta composición un verdadero reto. Luego de aquella anécdota y de demostrar
su talento, sería imposible detener su crecimiento como compositor, llegando a
entregarle a Arequipa y a su pueblo su mejor composición sin duda. Un verdadero
tesoro.
Este tema ha sido interpretado por reconocidos y admirados
talentos. Como es el caso del propio Mario Cavagnaro, el trio Los Chamas, Eva
Ayllon y por excelencia Los Dávalos, los más grandes expositores de nuestra
música, que sin duda son uno más de mis motivos del orgullo arequipeño y merecen más que una breve mención. Así mismo se
hizo hace 2 años una nueva versión de dicho tema, interpretado por los más
reconocidos artistas arequipeños de estos tiempos. Fue un claro homenaje a
Arequipa por su 471 aniversario, mostrando en su video clip las maravillas turísticas
que posee la cuidad mistiana.
Quería verte, inolvidable tierra querida. Esa es la primera línea
de un verdadero himno, un himno de Arequipa, Cuidad Blanca de mi amor, y de
todos aquellos arequipeños de corazón que en algún momento de la vida nos hemos
sentido embriagados de distancia. De los que hemos añorado la fragancia de
nuestra patria, de su suelo, su campiña y su verdor.
Ese sentimiento sin duda nos invade en el momento que
dejamos nuestros lares, entristecidos, con un
profundo dolor sean cual sean los motivos. Nos marchamos con la pena con
la que se van los hijos. Amor por Arequipa es más que partir y extrañar, amor
por esta hermosa tierra es un límpido aguacero y una lluvia de luceros en
nuestros ojos contemplando al partir nuestro volcán.
El regreso a la Cuidad Blanca es el regreso de un peregrino
del mundo, enteramente fatigado de humildad, sintiendo el corazón cansado de
buscar felicidad. El regreso de un arequipeño es sentir un nudo en la garganta,
agradecer mirando al cielo y gritar en silencio, “Arequipa, soy feliz en tu
regazo”. En el regazo de una madre que nos recibe noble, leal y bondadosa con
un beso y un abrazo.
Un arequipeño puede partir mil veces de su tierra, pero
siempre ha de hacerlo implorando a Dios y nuestra Virgen de Chapi que permitan
su regreso. No le teme a la muerte, sólo ruega que al morir lo entierren en su
suelo, y aunque de ese viaje nadie debería regresar, algún día bajo el cielo
unas flores crecerán. Será su alma acercándose aquel día, en su inevitable
intento de asomarse desde la otra vida. PARA VER A SU VOLCÁN.
Jonathan Barrios Gómez
09/08/2013
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