Recuerdo aún aquellas primeras veces que cruzaba el Puente Bolívar,
conocido tradicionalmente como el “Puente de Fierro”. Recuerdo que le
preguntaba a mi padre cuan largo era, tenía una enorme curiosidad por saberlo;
entonces él intentaba medirlo con el tablero del kilometraje en el carro para
responderme, aunque de seguro yo no aun comprendería realmente su magnitud.
Reconozco que al cruzarlo me invadía una sentimiento de
temor y nervios al mismo tiempo. ¿Cómo no sentir temor ante su inmensidad?
Parecía un viaje interminable para mí en aquellos años. Un viaje de 488 metros.
Hace mucho se extinguió esa sensación, los nervios y el
temor se esfumaron en algún momento, pero lo que nunca desapareció y de seguro no
lo hará, es la cautivadora experiencia de contemplar lo sui generis de nuestra
patria. Su hermosura eterna.
Construido en 1882, diseñado por Gustave Eiffel. Si, el
diseñador de la torre de París. Pero como buenos arequipeños deberíamos preguntarnos,
¿Eiffel? ¿El diseñador del techo de nuestro Mercado San Camilo? Y aunque son datos
ya conocidos no está demás mencionarlos. Sin embargo algo que no todos conocen es su verdadero motivo
de construcción. Su importancia vital en aquel año era permitir el cruce de un ferrocarril sobre él, siendo este el medio de transporte por excelencia de la época.
Solo una arquitectura increíble podría soportar las cargas y
maquinarias férreas que cruzaron su extensión. Pero no es esto lo único que le
daría a este puente su encanto y renombre, siendo por siete años a partir de su
construcción el más largo del mundo y ocupando hoy el 7mo lugar en la lista por
la misma virtud. Sino que su ubicación es de vital importancia, pudiendo ser
sin duda a la vez un mirador. Su panorámica
vista considerada por muchos la mejor de la campiña arequipeña, al poder obsérvala en perfecta unión con nuestros guardianes Misti, Chachani y
Pichu Pichu, y con su protegida cuidad.
Cruzando de manera precisa la mencionada campiña y uniendo a
la vez la margen izquierda de la Cuidad Blanca con su margen derecha. Parece
haber sido ubicado por Dios mismo, pues desde el parece verse el “mismito” paraíso. Paraíso que lamentablemente también se vio atacado hace algunos por la incompetencia. Esta
buscaba encementar sobre el esfuerzo de nuestros antepasados, chololos colorados
que hicieron de estas tierras la más milagrosa fuente de alimentos para su
pueblo. Gracias al cielo que es testigo se viene demostrando que primero muere
el último de los “AREQUIPEÑOS” y luego muere nuestra campiña y el Puente de Fierro.
Haberlo permitido sería como permitir la venta de la Catedral,
lotizar nuestra Plaza de Armas y ofrecer habitaciones en el Monasterio de Santa
Catalina. Renunciar al legado para nuestro futuro. Resignarnos a olvidar el sonido del Rio
Chili debajo nuestro, recorriendo su cauce y mojando las faldas de la
Machiruna. Esta inmensa roca que se conoce por ser la mítica puerta de ingreso hacia
el hogar de la sirena del Puente de Fierro, hija de la legendaria sirena del Puente
Bolognesi. Dos de tantas leyendas que alberga nuestro pueblo characato de las
que sin duda leerán entre mis motivos de este infinito orgullo.
Luego de esta corta remembraza me despido, permitiendome antes sugerir que no dejen de alimentar en cada uno
el amor por lo nuestro. La próxima vez que crucen nuestro viejo puente no
olviden de observar nuestra campiña, nuestros volcanes y nuestra ciudad. No
importa hacia donde miren, igual sentirán magia. LA MAGÍA DE AREQUIPA.
GLOSARIO:
-Mismito: Arequipeñismo con referencia a mismo.
-Sui generis: Unico en su genero.
-Chololos: Mestizo arequipeño.
Jonathan Barrios Gómez
07/08/2013
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